23/04/2019
Ayer, tras haber visto el primer
debate electoral en RTVE, expectante pero sin demasiada convicción en encontrarme con algo que mereciera realmente la pena, me pareció revelador ese tono apaciguado y no tan beligerante del Sr.
Casado quién se ha mostrado altanero y con un martillo casi en mano en su campaña electoral. Creo que hasta en su mismo discurso se traicionó al manifestar, quizás fue un gazapo de su subconsciente, cuando reveló que había tomado medidas al respecto para conciliar ese tono con esa posible cuota del electorado que aún no tiene muy claro por donde tirar el próximo 28 de abril.
Iglesias parecía sujetar la Constitución como precepto fundamental en su puesta en escena y, en ocasiones, parecía tomar la postura del moderador alentando a sus adversarios a concretar ideas ante una audiencia que, según él, “merecía encontrar postulantes a la altura de un debate que se veía en medio mundo”. No creo yo que a tantos les interese ni nuestros aciertos ni desatinos pero ciertamente Pablo parecía andar en su burbuja, como una especie de lama que intentara medir la frecuencia del debate y encauzarlo hacia las verdades que realmente interesaban al espectador. Excepto sus reiteradas preguntas en relación a posibles pactos que quedaron obligadas al silencio de su interlocutor, Iglesias se mostró comedido, diríase hasta un tanto ausente teniendo en cuenta su enquistada morfología con la derecha.
Pedro, el presidente, al que nadie puede negar 10 meses de gobierno en base a decretos ley y medidas progresistas, parecía el titular de cartera de la clase, tenía ese plus de saberse ya entre los muros de la Moncloa y como quién juega con una mano de más en la partida pues saltar su banca era cuestión de mantenerse firme en pro de la justicia social y esquivando los golpes, no ya de su controvertida moción de censura, sino las vinculadas al separatismo, sus confidencias con éstos y esas presumibles licencias concedidas para que su legislatura no se evapore como agua de rocío.
Y
Rivera, a quién poco le faltó para traerse un chiringuito de casa, recortes de periódicos o más retratos de la abuela. Quizás sobredimensionado en algunos aspectos del debate, haciendo ejercicio de secuencias interpretativas, especialmente en ese minuto de oro, pero consciente de ese impacto, ese tono publicista al que añadió más fuerza y credibilidad que sus adversarios.
Sin entrar en las valoraciones de los contenidos que, por supuesto merece hacerse desde el detector de mentiras o verdades al que aludía el presidente y del que la prensa se ha hecho eco esta mañana, (casi hurtando el titular al propio presidente), cabría decir que
todos parecían estar triunfantes, satisfechos, en esta primera acometida televisiva.
Parecían todos vencedores pero sinceramente creo que algunos perdieron la oportunidad de ganarse a ese electorado que anda por bulerías, pendientes aún de un buen resbalón para ir descartando candidatos a una intención de voto que va alcanzando su cenit a medida que pasan los días.
Es asombroso ver a quién no gana nada sentirse vencedor de una partida o a quién cree haber triturado a su oponente sin hacer gala de autocrítica, al menos ante el espejo, donde la conciencia se revela apabullante cuando los focos y la teatralización ya huyen en la madrugada como espías resueltos a no contar la verdad.
Porque eso, sin duda, es otra historia,
desgranar las mentiras entre el cúmulo de emociones que suscita un debate y que suele transitar más por las vísceras que por el entendimiento o el raciocinio de las ideas que allí se convocan.
En fin, esta noche tendremos un poco más del debate que lleva al debate y que se debate como diría mi buen
Felipe Benítez Reyes.
Dos platos en uno en tan solo dos días, a pesar de esa presumible equivalencia de formato pero con la idea clara de rascar al electorado un voto que presumo tiene pinta de convertirse en una
coalición a dos bandas y algún figurante menos deseado que resolverá sobre nuestro futuro, ese al que todo debemos no solo la mejor puesta de escena sino la mejor voluntariedad para resolver nuestros conflictos encontrando caminos de diálogo que nos lleven al buen entendimiento y a una política realista y solidaria.
No obstante, si lo hubo,
¿quién crees que ganó el debate electoral de RTVE? 😉