11/10/2019
Hay veces que te topas con alguien en la vida de forma casual como cuando vas por la calle y esa persona ensimismada en sus pasos, o tú en los tuyos, tropezáis hombro con hombro y parece que todo queda ahí, en una disculpa en el mejor de los casos.
Sin embargo con
Valentín la cosa no quedó ahí, en una mera disculpa, entre otras cosas, porque no tengo el gusto de conocerle, probablemente nunca hayamos cruzado al unísono la misma calle y mucho menos nos debamos disculpa alguna.
Pero Valentín está ahí, como si le conociera de siempre.
La primera vez que le vi fue en Twitter asomando una sonrisa conectado a una esas máquinas de quimio que son lucha e irremediable resistencia para los que luchan de forma activa y necesaria contra el
cáncer.
Hasta aquí Valentín podría ser un tío normal, uno de tantos que padecen esa terrible enfermedad y que muchas veces, aquellos que disfrutamos de salud, lo vemos como algo lejano que apenas te roza o te toca como en esa calle de la que hablaba.
Hay una ciudad tan grande que es el mundo y Valentín García la ha convertido en un cruce de calles donde la gente se para, se mira y charla desde diferentes ángulos.
Ha sabido convertir el cáncer en un muñeco de trapo, en un tema natural, rutinario en las conversaciones contándonos su experiencia desde el otro lado de la pantalla y, sobre todo, acogiendo y haciendo piña con afectados y no afectados, con sanos y enfermos como si la vida fuese toda una impidiendo que el miedo y los tabúes que lo riegan paralicen ese mundo, esa vida despojada de todo y para todos.
Un #yomecuro no es cualquier cosa. Es un guerrero que alza la copa para brindar por la vida, un tipo que aún a pesar de los avatares, las noches de insomnio, los desaires, los pronósticos, los cambios de estrategia terapéutica, la radio, la inmuno, la quimio... echen lo que le echen verá siempre un haz de luz en cada uno de esos pasos y lo hará tan extensible que no solo esa calle sino el propio mundo se estreche a sus pies congregando sufrimiento y dolor, también rabia, en un sentimiento de optimismo esparcido por la tierra como quien se sabe finito, como todos, pero con
una vara de medir la vida que ya quisieran muchos.
Valentín es uno más pero no es cualquiera.
En mi vida se ha clavado como un auténtico protagonista de su historia. Casado, con dos hijos, periodista...
Me encantó verle con su mujer disfrutando de la montaña, de padrino en un bautizo, con un dibujo de su niña...
Valentín ha dado vida a la vida, va recogiendo navegantes, los hace suyos sin atesorarlos y como cuando las flores se abren, ellos también van contando sus vivencias, esa conversación trivial y oncológica que destila la vida y la hace tan humana como bella, tan real como furtiva, ese remanso de paz que a oscuras y en silencio y en ese punto distante de la calle une conciencias y las aproxima, convergen en la misma hoguera hasta que una chispa salta y te toca, como en esa calle esos hombros, que no se alejan sino se quedan.
Por eso creo que Valentín y yo y tantos otros ( somos tantos que incluso las suelas las llevamos desgastadas) no habremos pisado la misma calle al unísono pero vive enfrente mía y agradezco que cada vez que sale a su ventana me inspire una nueva canción, una nueva alegría o quizás la misma, tan hecha de vida que mi propia existencia se tambalea frente a la suya.
Pdta: Un fuerte abrazo Valentín y a todos los #yomecuro.
Como bien te recordó Ana en palabras de Antonio Machado: "Hoy es siempre todavía "
🤗💪
📷 Valentín García