ESOS POLÍTICOS INDECENTES
#politica #coronavirus #estadodealarma
12/04/2020
Cuando el dolor asalta todas las barreras, entonces la política acude a desmembrar su silencio, a pintarnos un rostro kafkiano de la realidad, a romper los muros de la inteligencia más frágil.
El retrato del dolor no puede pertenecer a una clase política ni a un modo de hacer las cosas.
El dolor es rabia, llanto, una herida que se lleva y que solo el tiempo, si puede, cicatriza.
En el escenario actual de pandemia globalizada resulta asqueante retratar el dolor como un símbolo de pertenencia. Hacer política, mala política, feroz política, indignante e inmoral política de las cruces que se levantan en los campos es retratar a sí mismo la virulencia del poder, la falta de empatía con una sociedad que lucha confinada y arraigada a sus muertos.
Dirigirse a la ciudadanía retorciendo el equilibrio deseado, la lucha desigual que nos enfrenta a este maldito virus es una perniciosa estrategia que muestra la malicia que encubre su propósito: el desarme del activismo moral y ético, de la unión sin paliativos ante el desastre.
Mientras cientos de miles de personas exponen su salud en riesgo para salvar vidas, mientras muchos se levantan cada mañana para secar lágrimas y que el corazón no les derrote en la travesía, otros hacen de la calamidad un brote para sus intenciones y apelan a la responsabilidad de los que por derecho gestionan.
Nadie dice que no se hayan cometido errores.
Habrá tiempo para entrar en esa discusión y solicitar lo que se estime oportuno.
Ahora no es el momento de buscar a un verdugo, de llevar al cadalso a los que luchan con valentía y esmero, a los que subsanan dificultades, a los que atan sus manos para no sentirse presa del miedo.
Es el momento de unir voluntades, de continuar con nuestro prolongado esfuerzo, de hacernos fuertes en la trinchera, de golpear directamente a la enfermedad desde todos los flancos posibles.
No necesitamos elucubradores del futuro, llamamiento de muertos, testigos de lo incierto, sandeces a punta de pistola, reencarnaciones libres y discutibles de la historia, ceremonias o himnos.
Necesitamos la sensatez en el cañón, el refugio de nuestros huesos, la mano tendida sin discriminación alguna, el acopio de suministros, la templanza de nuestros actos, la solidaridad como un manto que cubra la histeria y el miedo.
Y dejar que los cantos de sirena envenenen a sus propios consejeros.
Me refiero a los cobardes, a los indecentes.
A esos que, de existir, nunca verán el Cielo.