MARGARIT, MORIRSE TODAVÍA ES VIVIR
#actualidad #poesia
17/02/2021
Anoche me enteré de su muerte aunque estas palabras ya estaban escritas.
Quizás Margarit no esté entre mis poetas preferidos ( eso es una cuestión que con el tiempo se va asumiendo y que incluso puede variar según situaciones, momentos o revisionadas lecturas) pero, desde luego, me ha dejado una constelación de emociones, de hombre viejo y ya cansado pero con una pericia y un alimento del espíritu que seguro da respuesta a su propio dietario.
Margarit no es un poeta de lo hondo sino de la contemplación y el análisis, un hombre que vive y siente y en su condición de arquitecto construye, y en la de padre, ama y sufre. Los vestigios de la guerra, su infancia, en una Cataluña encrespada, viva, siempre latente, arremete contra los delirios del poder y quien persigue enterrar el legado de una tierra, una lengua, una forma de entender la vida. En esa línea se muestra combatiente y desolado a la vez por las pérdidas, la inquina de los que construyen un paisaje que ensucia la templada belleza del mar, sus escapadas a las islas.
Joan Margarit observa y postula. No calla ante la afrenta del poder, del totalitarismo y nos muestra una Barcelona natal que crece desangelada y con espinas.
Por otro lado, para un hombre que vive y ha vivido tantos años, el dolor no les ajeno. La vida es experiencia y eso determina un glosario de poemas biográficos contemplados desde la lupa del observador que no puede escapar a la síntesis de lo ocurrido y, mucho menos, al sentimiento que se desprende de su calidad humana y artística.
Quien pierde una hija siente el dolor más profundo, es la tragedia viva de quien aún respira en ese trance. El amor y la soledad comparten la hazaña de vivir con esa carga, con esa alma desmembrada que sólo el recuerdo auxilia, el tiempo compartido, la belleza de ser junto a otro carne y abrigo pero también sed, ausencia y muerte.
Raquel, Joana, personas íntimas que conducen la vida del poeta, mujer e hija, amigos, la música, lugares que se transforman y esa habilidad para recrear los sentimientos sin artificios, sin excesos lingüísticos ajustándose el poema a una obra que se construye como un edificio.
Margarit no sólo representa las heridas de la guerra sino la herida humana, la que subyuga con el paso de los años, la que se lleva con resignación cuando ya la vida parece un espejo donde no confiarse.
Demasiados días, el tiempo con su cansina retahíla de recuerdos ponzoñosos pero también la vida en su esplendor, en el oficio de amar y escribir antes de que todo sea memoria, la penumbra de un hospital.
Se vive y se muere con la herida pero también con el latido de todo lo vivido.
Descanse en paz.