13/12/2021
No es fácil desenredar la madeja de emociones que te deja
Joker. Es necesario aderezar tanta explosividad. En manos de
Arthur Fleck (magistral Joaquin Phoenix con su merecido Óscar) la realidad aprisiona al individuo, lo asfixia como cuando una rata no tiene escapatoria y pone todo su impulso en sobrevivir. Pero ni siquiera la supervivencia es suficiente, es más, la vida se vuelve castigo, prisión permanente.
Arthur no conoce la verdad pero lo peor es que
no ha sentido un ápice de felicidad en su vida. Su mundo interior se convulsiona cuando la comedia realza su figura y deja de ser invisible, una lacra social que empieza a tomar partido en su desesperanza. El vértigo de una desolada infancia y una madre quebradiza sustenta un modelo de lucha al desamparo.
Quizás Arthur, ninguneado por una sociedad que le da la espalda tiene algo de épico en su quehacer cotidiano.
Emprender la existencia requiere al menos el estÃmulo de alguna creencia.
Y mientras ésta se solidifica en su caústica mente le sobreviene el impacto de la mentira, la farsa, la violencia fÃsica pero especialmente la que convierte a los individuos en bestias carentes ya de razonamiento y mucho menos de clemencia.
Murray (Robert de Niro) se rÃe de la desesperanza y convierte cualquier objeto animado en una cuota de share. Algo usual y complaciente para quien vive lejos del dolor y la miseria pero que apunta a la fragilidad sin empatÃa, fortaleciendo el espejismo de una América poderosa, libre y solidaria donde los sueños todavÃa son posibles.
Pero si el show es la expresión de un tipo de vivencia,
la cruda realidad transforma al hombre. Y, en este caso, la tragedia cobra fuerza despampanante no sin cierta justicia en lo personal. La farsa ha creado un monstruo pero también arrastra consigo la crueldad admitida, los recortes de presupuesto en beneficios sociales, la salud mental, esa lucha de los perdedores por encontrar un sitio en una sociedad que los vulnera.
Si existir, ya de por sÃ, es una obligada apuesta que aspira a la realización del individuo en sociedad no debe escatimarse en las realidades ajenas.
La belleza de esta pelÃcula radica en esa
crÃtica feroz al sistema pues no hay mayor vergüenza que los tópicos de la libertad cuando ésta se utiliza en ausencia de tantos.
Arthur aspiraba a la comedia dentro de la farsa del poder y sus entresijos.
Al final la realidad, aunque no única, nos ofrece el cataclismo de lo humano frente a la ruindad y promueve un ejercicio de dialéctica.
Porque la comicidad está bien como ejercicio artÃstico pero no para igualar las barreras que nos enfrentan o atinar en un propósito de enmienda.
Hay Arthur por todas partes pero lo realmente combatible son los Murray que desatan la locura en esa espantosa comedia.