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CATAR, SON VIDAS Y NO GOLES

#Mundial2022 #actualidad

22/11/2022
 
Mientras la pelota corre en Catar un conflicto moral se nos abre, algo inmerso en nosotros valora la funesta decisión de celebrar una Copa del Mundo en un país que no respeta los derechos humanos, un lugar donde entierran a los muertos bajo flamantes estadios, los muertos baldíos, los innecesarios, los que nacen para morir buscando un resquicio de libertad en sus vidas.

Catar está contaminada, es una sociedad intolerante donde prima el machismo y el golpe del látigo, uno de esos lugares donde se aprecia la turbulencia del dinero, la inmediatez y el cariz del que viven unos pocos, ese minoría totalitaria que moldea la realidad a su antojo.

El conflicto moral está servido. Los gays no se besan ni expresan sus sentimientos, las mujeres son atornilladas a la impávida sombra del hombre que las posee, la sensualidad es una rareza que se oculta en alcobas donde la estampa del primate ejerce su derecho al dominio, a la extorsión física y/o moral.

Dicen que hay que respetar la tradición y el tal Infantino, presidente de FIFA, lo veo rodeado de mujeres a su servicio, con regalos por doquier, con lisonjas de palacio meándose en la puta historia de los juegos, de los mundiales, porque pecados anteriores ya justifican la hipocresía de este Occidente que pretende levantar alguna voz discordante ante la magnitud de la fechoría.

Sí, porque en realidad esto es un juego de concesiones a interés muy alto donde los gobiernos lucen sus galas y esconden la mano al pronunciarse, es el campo de la ambigüedad, donde si te vi no me acuerdo, en fin, un contexto para que se vayan cantando goles mientras la tragicomedia del mundo nos agita la conciencia.

Las previsiones son claras: se estima que unas 5000 mil millones de personas verán el Mundial y, aunque en Rusia las cosas hayan cambiado bien poco desde que fue última sede, esto tiene un impacto económico considerable y especialmente un lavado de cara que difícilmente se podría pagar con los barriles de petróleo o gas de esta abrupta tierra.

Lo que se verá formará parte de nuestra condena pues seremos testigos de la barbarie de un mundo que conecta con la blasfemia, un engañabobos para toda mente filosófica, el escenario perfecto para divagar entre el corsé de una sociedad moderna y esa tolerancia que se desgañita en los albores de nuestra inconciencia.

También están los fundamentalistas del deporte, los que piensan que el deportista no tiene voz ni voto en esta polémica. Se les paga para que jueguen como si fueran autómatas procesados por una mente impúdica. Dice Irene Vallejo que este debate ya viene de lejos, cuando en la Antigua Grecia los deportistas eran celebrados como héroes frente a las mentes brillantes de su tiempo o aquellos que ejercitaban la laboriosa tarea de gobernar.

Ciertamente es un disparate intentar realizar una conexión natural entre la realidad y el asombro que nos despierta esta permisibilidad, esta angustia por ver cómo nos restriegan por la cara el olor de los billetes y el dominio recalcitrante de los contratos televisivos, comerciales, publicitarios, etc.

Esto no se va a resolver porque llevemos un brazalete multicolor , la mentira comienza desde mucho antes y la renuncia a ese acto ya caducó en la admisión y aceptación deportiva en el evento aunque para muchos la tarjeta amarilla para el capitán de su selección sea un coste alto, digamos un castigo severo para iniciar el partido contra el rival. Se olvida de forma indecorosa lo que aquí nos estamos jugando: no son goles amigos, sino el rechazo unánime que debe imperar cuando se sabe lo que se sabe y se hacen mil tropelías para negar, ocultar o falsear la verdad.

Claro que la verdad no interesa, los hilos del poder manejan otros cánones y los deportistas así como sus delegaciones son solo profesionales con un único objetivo, competir y a ser posible ganar.

Esto no se arregla en un campo de fútbol realizando gestos de solidaridad por legítimas causas aunque, desde luego, no se debe desestimar el escaparate y la difusión que ello implica, razón ésta por la que se tapan las bocas (aunque Cristiano se pronuncie) y todo aquel que disienta tenga que seguir las directrices marcadas por la FIFA: “jueguen y no nos compliquen la vida”.
Es decir, si estás aquí y ya estás aquí, no me vayas a montar ahora un circo con este emirato cuyo lema “Dios, Patria, Emir” ya dice sobradamente por donde van los tiros. ¿Te dice algo Rod Stewart , Ibai Llanos?

Lo de Catar es simplemente inmoral y responde a una hipocresía que continúa alargando su sombra por el mundo. Los jugadores no son los culpables, tampoco los aficionados. La elección de ver o no ver el Mundial genera un conflicto moral inducido por la decisión de la FIFA y su comité ejecutivo que seguro habrá sacado tajada directa e indirecta de la misma.

Más sin las federaciones de fútbol, la FIFA ni siquiera existiría: son éstas las que debían haber tomado carta en el asunto aglutinado sus esfuerzos para impedir que países como Catar sean representativos de una sede mundial de fútbol.

Porque amigos, no se trata de meter goles o de que la pelota corra sin más, hay que mirar de frente el mundo en que vivimos y reivindicar la justicia, la paz social, la igualdad en términos absolutos siempre que podamos, en cualquier escenario, en cualquier contexto, a la mínima de cambio porque siempre habrá quien enmascare la cuestión, quien se saque una carta bajo la manga, quien improvise un mensaje de aparente calma mientras los que sufren, los que callan resignados, los que cada día viven alejados de los faustos del espectáculo aguardan su oportunidad.

Son vidas, no goles lo que nos estamos jugando.
COMENTARIOS DE LOS LECTORES
Muy interesante su articulo,con el cual estoy de acuerdo.Pero siempre manda el dinero.Gracias,saludos.

Josefa (23/11/2022)
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