11/02/2019
Este pasado sábado estuve en una conferencia que aludía al título de este post. Imaginaos, un tema que, sin duda, mueve cualquier fibra sensible y cuyo mensaje tratado desde la perspectiva de quién cree en conceptos tales como
el alma y esa vida tras la muerte pues recala de forma sencilla y esperanzadora en cualquiera de los que partan desde ese punto de inicio.
El conferenciante básicamente exponía su experiencia personal afirmando poseer una serie de cualidades que le permitía en situaciones muy cercanas a la muerte (urgencias, uci, enfermos con tratamientos paliativos, etc.) , sentir situaciones reveladoras que conectaban con una
fuente única (llámese , para entendernos, centro de ese todo en el que fluye la energía y todo lo que ello implica a nivel espiritual).
Las situaciones que describió fueron bastante variopintas y cada uno de esos sucesos tenían siempre un mensaje de esperanza y paz que fluía en armonía entre los oyentes.
En su exposición y poniendo énfasis en ese desapego que el hombre moderno tiene sobre lo espiritual afectado por un mundo en profunda crisis de valores y con claras tentaciones que nos une a lo material y nos desconecta o aísla de nuestro yo interno por “mantenernos entretenidos”.-decía, llegábamos a lo terrenal mediante el
nacimiento a través de un plan previamente concebido y con unos propósitos definidos a ejecutar en nuestra vida futura, que podía ser tan corta como un huevo se echa a freír o tan larga como el tiempo nos fuera concedido, pero, siempre con un
efecto de causalidad sobre todas las cosas, es decir, regido por un patrón que alineaba cada emoción o cada acción en un movimiento perspicaz y certero hacia una conquista mayor, como si cada cosa que ocurriese, (independientemente de nuestra capacidad racional o modo de entenderla o digerirla), fuera un nuevo estadio más propenso a transformar y modificar lo anterior por algo
con mayor sentido y eficacia estableciendo un orden en constante evolución, nunca regresivo.
Sin duda es un tema que no en vano llevamos dándole vueltas siglos y de hecho todas las religiones confluyen en la búsqueda de esa respuesta, necesaria desde la vertiente humana, a la hora de responder sobre la finitud de nuestros días y si finalmente concluye con la caída de un telón o con al advenimiento de una nueva vida.
Claro que al tocar conceptos tan volátiles como
el alma o el tiempo nos encontramos con serias escolleras que requieren de un mayor análisis ya que ciertas afirmaciones en torno a estos conceptos exigiría determinar posiciones para no quedarnos tan solo en el relato de la experiencia, siempre bienvenida, pero ausente de postulados o razonamientos más concretos que nos ayuden al menos a aproximarnos un poco , no ya en sí en tener una respuesta del todo imposible, pero sí que actué como elemento catalizador sobre el tema y nos prodigue visiones o puntos de vista que nos permitan ahondar en nuestro propios niveles de conciencia.
Es decir, afirmar que
“el tiempo no existe en el plano espiritual” parte de la premisa que el alma ya existe y esa es una cuestión que según Platón, Descartes, Hume o San Agustín tendrá acepciones muy diferentes pero que además en su propia definición académica nos llevaría a un ostensible y largo debate.
Y si partimos de su propia negación, sería justo lo contrario, la conferencia terminaría al instante, porque para un ateo el alma no existe y el tiempo es no solo su bien más apreciado, sino el único que reconoce hasta su inexorable muerte.
Personalmente tengo mi propia opinión sobre este asunto y estoy cerca de las ideas de
Brian Weiss, conocido psiquiatra que refleja en sus regresiones la existencia de posibles vidas ya vividas sin nexo aparente en ésta que vivimos.
Pero realmente lo inquietante de este tipo de mensajes envueltos en esa visión fraternal y empalagosa de que todo lo que sucede acontece a una razón por encima que nos eleva y nos trasciende, sosiega el espíritu por necesidad, por deseo, por sentirnos más cálidos y reconfortados en nuestras tormentas permanentes pero desecha el azar y la incertidumbre, nuestras debilidades, el modo en que entendemos la realidad y cómo desde ella partimos hacia otros bosques, otros caminos insondables.
Creo que debemos ser más cuidadosos con este tipo de intenciones porque además, en mi opinión, prodigan un caldo de cultivo más propenso a otros intereses, (y no es que sea el caso ni juzgue a nadie), a posicionarse en un campo con ciertos atributos y una presumible dote.
Al final, entiendo, que lo verdaderamente importante es mantener el
espíritu crítico siempre a flote y no dejarte llevar por, lo que a priori, puede resultar un consuelo o remedio que te evite conocer otras claridades, que anidan dentro de ti, y que no responden a una respuesta confortable.
Porque si alguien te habla de que
la muerte tiene olores, lo menos que podemos hacer es escuchar y desde ahí indagar en ello, en nuestras reflexiones. Pero siempre desde la óptica de quién observa sus calamidades y sus miedos, quién se enfrenta a sí mismo cada día, para que nuestros claroscuros sean nuestros y nos reconozcamos en este tránsito fugaz que es la vida y que seguro que nos depara, no solo sorpresas sino una aventura incondicional que no debemos dejar de vivir.
¿No te parece?, ¿ qué opinión te merece este tipo de situaciones?.