28/08/2020
Si antes de la pandemia, en aquellos primeros meses donde el virus se coló en nuestras vidas haciendo caso omiso de algunas advertencias y hechos evidentes que ocurrían al otro lado del mundo (muy lejos quizás para nuestra pronunciada soberbia), hubiera creído que esa lamentable y sorpresiva situación fuese a empeorar hasta nuestros días (no en función de la escalada de contagios y muertes que nos llevó al confinamiento) dando muestras de una
falta de aprendizaje, de incapacidad de respuesta, de una indolencia que realmente hierve la sangre, sinceramente, no lo creería.
Pero, desgraciadamente, el escenario actual es tan deprimente, tan frustrante que, aquello que pudo haber sido una avalancha imprevista para cualquier Gobierno, hoy se ha transformado en un
escaparate evidente de nuestra inmadurez política y el deseo irreprimible de que con este plantel de políticos, con independencia del signo, no sólo no llegaríamos a buen puerto sino que terminaremos naufragando a buen seguro, tales son las embestidas.
Resulta inconcebible que, a estas alturas del verano, con las clases a punto de empezar no se haya diseñado
un plan estratégico sensato y prudente que garantice la seguridad de nuestros hijos en su derecho constitucional de continuar con su formación académica. Los mantuvimos encerrados durante más de tres meses poniendo el foco en la enseñanza telemática con el consabido esfuerzo de profesores y personal docente que tuvieron que ajustar tiempos y recursos para salvar un curso que se había envenenado por un agente desconocido que puso nuestras vidas patas arriba. Un esfuerzo mayúsculo que parece no sirvió de nada cuando ahora se pretende transformar el discurso de lo factible y pasar a lo inédito, lo incomprensible:
clases presenciales en grupos de convivencia escolar en un mismo espacio, cerrado, sin adoptar las medidas básicas de seguridad que tanto han remarcado una y otra vez, sin establecer los ratios presenciales en las aulas, sin mascarillas ni distanciamiento social, con coordinadores Covid omnipresentes en cursos de formación online de 10 horas, sin previsión de recursos, sin un corte racional que nos permita afrontar dicha vuelta con las garantías necesarias en relación a un tema prioritario: la salud pública,
¿ les suena de algo?
Nos siguen manipulando. La gestión de la pandemia ha sido nefasta, especialmente la que acontece en la llamada nueva normalidad. Un país, que tras el confinamiento, doblegar la maldita curva y moviéndose continuamente en un bamboleo de cifras que seguimos sin conocer, de muertos que hemos perdido por el camino, de despropósitos, de normas que cambiaban en función de un inexistente comité de expertos, de mentiras, y, sobre todo, de una
clase política incapaz de unirse ante un estado de alarma intentando sacar tajada política, un rédito asqueroso que quedó reflejado en las comparecencias en el Congreso, al fin, digo, salimos a
recuperar la economía, la parálisis de un país que como cualquier otro necesita ingresar para pagar sus facturas aunque Holanda nos lo ponga difícil y Johnson se invente lo imposible para que los británicos se queden en casa para recuperar sus deficitarias arcas.
El consumo interno, la gran apuesta de los Gobiernos para movilizar la mayor cantidad de dinero posible dentro de sus fronteras, evitando las presiones internas,
el turismo, los distribuidores y compañías que exigían medidas eficientes para reactivar el caos en modus operandi, los cierres de empresas, las cuarentenas, los que se fueron perdiendo en esa maraña cuya partida es un juego letal en términos económicos y sanitarios, la gran divergencia.
Y no es que la conjugación de ambas variables no sea posible. Claro que se pueden conjugar sino que para ello se necesita especialmente de buenos “conjugadores” o lo que es lo mismo, de
personas capaces y válidas que apliquen al sentido común , primera conjugación del verbo, el resto de conjugaciones de forma analítica, coherente y precisa, sin cambios de dirección, sin titubeos, con la seriedad que exige un
asunto de estado nacional, una emergencia sanitaria que además se extiende inexcusablemente por todo el mundo, al ritmo que la ignorancia, el oportunismo, la falta de cohesión, la desidia , la ambigüedad, el palique y no el grano forma parte de lo concreto, lo exigible para evitar el flujo de acontecimientos que cada día nos empobrece más, nos arruina, nos somete en clave de ridículo y severa congoja.
¿O es que no tenemos la sensación de que llegamos tarde a todo?, ¿aún creemos que podemos entendernos en
este reino de taifas que son las autonomías donde cada cual tiene su bloque de intereses, una aleatoria forma de entender el problema, resolver el entuerto y luego culpar, siempre, a una sombra que siempre existe en la diversidad de los signos?
Hace ya mucho que se pudo haber puesto en marcha múltiples soluciones para no contemplar el escenario actual: impulsar el cumplimiento de la normativa higiénico sanitaria con sanciones ejemplares, velar por el cumplimiento de dicha normativa con cárcel si es necesario y no montar el show televisivo de noticias que nos parecían surrealistas mientras llevabas una mascarilla para comprar un kilo de azúcar a la tienda de enfrente, controlar el acceso de viajeros en aeropuertos de origen y destino con test eficaces y no con cuestionarios de salud y una parafernalia de gilipolleces sin condimento, implantar
obligatoriamente ( ya habrá algunos que estén pensando en su privacidad, en la seguridad de sus datos, etc.) , una aplicación de trazabilidad que nos permita detectar un posible contagio, minimizar riesgos, anticiparnos y ganar tiempo al tiempo en favor de la ciencia, dotar de recursos a la Atención Primaria, comenzar el camino de la digitalización para el próximo curso, para las Pymes, etc.
No,no, en este país, mientras
un autónomo permanece al pie de cañón sin vacaciones, enfrentando una situación muy adversa, de locos podría decirse sin temor a pillarnos los dedos,
nuestros políticos disfrutan de vacaciones y se tiran los tiestos con sus pieles bronceadas dando caña al mono para no perder la costumbre.
Es una vergüenza, un desastre y así difícilmente se puede salir de un agujero que cada vez es más profundo.
Y ahora los niños, nuestros hijos…. Ellos que dicen haberse currado “su plan” mientras bebían calimocho descalzos, como buenos ciudadanos con derechos y obligaciones aunque este país vaya a la deriva, aunque lo que queda del año y buena parte del siguiente se presente eclipsado, oscuro, sin el menor atisbo de luz al fondo en un túnel peligroso, incierto pero, lo peor,
sin ideas, ofreciendo un papel de paparruchas como si fuéramos idiotas, como si no estuviéramos ya cansados del hambre que produce tanto cinismo, tanta desvergüenza.
Y así nos va, mientras el pueblo calla, consiente y todo nuestro mosaico de ideas se dilatan en las redes sociales.
¿Es esto lo que realmente queremos y, sobre todo, qué estamos dispuestos a hacer para dar un giro a este descaro inusitado que nos ata las manos?
¿Queremos seguir viviendo así, y lo que es más importante, cuál será nuestro legado?